DOCENTES DE CANTABRIA: NO PODEMOS PARAR

El conflicto docente en Cantabria sigue vivo.

Llevamos más de un año reclamando algo tan básico como recuperar el poder adquisitivo perdido, mejorar nuestras condiciones de trabajo y avanzar en compromisos firmados como la bajada de ratios, el refuerzo de la orientación y la reducción de la burocracia. Sin embargo, la situación está estancada y la Administración ha optado por una estrategia clara: dilatar la negociación hasta el infinito, ofrecer avances mínimos sin garantía de cumplimiento y lo que es mucho peor: generar un relato entre la opinión pública que nos deslegitima.

Nos encontramos frente a un discurso cada vez más agresivo hacia nuestro colectivo. Se han instalado bulos de todo tipo: que tenemos demasiadas vacaciones, que vivimos muy bien, que apenas trabajamos, que nuestros representantes sindicales son unos holgazanes… La Consejería ha desplegado una batería de medidas rastreras y mezquinas. Todo este juego de ataques pretende justificar la falta de avances y desactivar el apoyo social a nuestras demandas. De hecho, quieren enfrentarnos con toda la sociedad, con las familias, con otros colectivos, con quien haga falta. Cualquier cosa menos encarar las negociaciones y los acuerdos.

Debemos seguir luchando. Debemos seguir cuidando nuestra profesionalidad y nuestro honor. Nuestra jornada no empieza ni termina en el aula. Las tutorías, la coordinación, la preparación de actividades, las evaluaciones, la atención a las familias, la resolución de conflictos y la gestión emocional de los niños y niñas forman parte de un tiempo de trabajo que rara vez aparecen reflejados en ningún horario. Pero el cansancio y agotamiento que conlleva esa labor va más allá de lo imaginable. La burocracia crece hasta extremos absurdos, desviando nuestra energía de lo realmente importante: enseñar y acompañar a nuestro alumnado.

A esto se suman dos elementos clave que agravan la situación:

Primero, el incumplimiento de compromisos concretos ya pactados hace tiempo: las ratios de Primaria y Secundaria siguen en sus números. La bajada no es realidad, sólo se ha aplicado parcialmente. Sabemos que aulas más reducidas permiten atender mejor a cada niño, especialmente cuando las necesidades y la diversidad son cada vez mayores.

Segundo, la falta de personal de apoyo, especialmente en orientación y atención a la diversidad, que empuja a los centros a situaciones cada vez más complicadas. Las necesidades aumentan, pero los recursos no crecen al mismo ritmo. Esta incoherencia hace recaer sobre el profesorado la tarea de soportar más trabajo con las mismas horas, con un esfuerzo cada vez mayor.

Y, mientras tanto, se evita abordar el impacto real que todo esto está teniendo sobre la salud mental del profesorado. Cada vez vemos y tratamos más casos de compañeros y compañeras al límite sufriendo ansiedad y angustia, dificultades para dormir y otros problemas de salud mental. Y en nuestro alumnado y sus familias, ocurre parecido. Convivimos con problemas derivados de contextos familiares extremadamente complejos. Es imposible ignorar la relación directa entre precariedad económica y habitacional, falta de apoyos públicos y el malestar de la infancia y juventud.

¿Y qué hace la Consejería? ¿Abordar esta realidad de forma constructiva ayudando a entender la situación y mediar con el resto del Gobierno para facilitar posibles mejoras o actuaciones en Educación, Sanidad o Empleo? No. Se dedican a enfrentarnos los unos contra los otros. Como si este conflicto fuese de bandos.

No podemos caer en esa trampa. Nuestras familias, nuestra comunidad educativa, no son el enemigo. Son nuestros aliados para conseguir un sistema educativo público, garantista y de calidad. No caigamos en sus viles artimañas para enemistarnos con otros compañeros y con otros gremios. Ante este odio gratuito, mantengamos la serenidad y las ideas claras. Sigamos unidos.

Sigamos apoyando las demandas de las familias y de otros colectivos en pie de guerra, sin enfrentarnos a ellos.

Pero también debemos continuar con nuestras metas propuestas desde el inicio de las negociaciones y conseguir los compromisos necesarios. No debemos ceder ante los ataques y chantajes de nuestros interlocutores. Debemos resistir una y mil veces, pues nuestras demandas llevan demasiado esperando en un cajón. Hay que seguir luchando para conseguir ya la adecuación salarial docente y el resto de mejoras.

Esas demandas no son caprichos corporativos. No queremos mejorar nuestras condiciones para “vivir mejor nosotros”, sino porque sabemos que sin un profesorado cuidado no hay escuela que funcione. Sin recursos reales, a pie de aula, sin apoyos concretos, tangibles, sin ratios razonables y sin tiempo para acompañar al alumnado, la escuela pública pierde calidad, pierde humanidad y pierde capacidad de transformar vidas. Y de esto va todo. De cambiar vidas.

Lo nuestro no es un trampantojo educativo envuelto en fuegos artificiales pedagógicos. No. Lo nuestro es una labor profesional construida sobre una formación inicial rigurosa, una actualización permanente y décadas de práctica. No vendemos humo. Queremos, sencillamente, lo mejor para nuestra gente. Y no hay nada más importante que eso: acompañar a nuestro alumnado y garantizarles la mejor educación posible.

Debemos asegurar una formación sólida para generaciones enteras, que tomen el relevo y se conviertan en protagonistas y artífices de nuestro bienestar común. Eso no se alcanza con promesas de gurús ni con gestiones privadas interesadas. Sólo se consigue fortaleciendo un Sistema Público de Educación robusto, compacto y respetado. Hemos de recuperar el prestigio de nuestra profesión y reivindicar el valor de nuestro trabajo. Siempre se ha dicho que la docencia es una de las profesiones fundamentales de un país. Hagamos nuestra de nuevo esa idea, esa ilusión, ese valor universal.

Por desgracia tenemos al enemigo en los despachos. Meses de conflicto han hecho caer las máscaras de las buenas intenciones y sabemos de lo que son capaces con tal de darnos absolutamente nada. Ese es su objetivo: no darnos nada. Ninguna mejora. De ningún tipo. Y lo que es peor, quieren conseguir que hagamos más formación o bailemos con sus planes estrella haciendo más funciones en los centros educativos, con los mismos recursos.

Estamos en un momento decisivo. La Administración espera que nos cansemos de reivindicar. Confía en que, con el paso del tiempo, la tensión sindical se diluya, las movilizaciones docentes bajen de intensidad y el relato anti-docente termine por debilitarnos y sacarnos fuera de juego. Apuestan a que olvidemos nuestra lucha por cansancio y a que volveremos a conformarnos con sobrevivir malamente.

No podemos permitirlo. Sería renunciar no solo a nuestros derechos, sino también a los derechos de nuestro alumnado. Cada paso atrás que demos hoy será un muro de hormigón mañana.

Por todo ello, la demanda sindical no puede perder fuerza. Al contrario, debe fortalecerse y ser más amplia. Porque lo que está en juego no es un complemento en nómina, sino la dignidad de nuestro trabajo, la salud de quienes viven la escuela cada día y el futuro de la educación pública en Cantabria.

Los niveles históricos de organización y movilización docente no han sido en vano, están sirviendo doblemente: por un lado, para avanzar en la negociación, haciéndoles retirar una tras otra sus intenciones nocivas (penalizar las bajas médicas, dictar la formación…); por otro, tienen también una función preventiva, dificultando que el Ejecutivo lleve a cabo medidas privatizadoras anunciadas aquí y ya ejecutadas en otras CCAA, como la concertación del Bachillerato o las aulas de 2 años.

La situación nos invita a seguir fuertes. A seguir unidos. A seguir juntos. Contra tanto veneno y mentira vertido por la Consejería, mantenemos la lucha viva. Todo el colectivo docente sigue llamado a apoyar las demandas y acciones de la Junta de Personal Docente. A unirse a ellas, a trabajar con los equipos en los centros. A alzar la voz e intensificar nuestras demandas y reivindicaciones. Por todo lo que está en juego y por todo lo que podemos perder: ¡No podemos parar ahora!

No podemos bajar los brazos.
No podemos resignarnos.
No podemos dejarnos engañar.
Lo que exigimos es justo, necesario y urgente.
La escuela pública merece más. Y la vamos a defender. ¡No podemos parar! ¡No vamos a parar!

Os esperamos el próximo 24 de noviembre a partir de las 17:30 h frente al Parlamento de Cantabria

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