Salarios docentes: contemos toda la verdad

Leer la última tribuna del consejero de Educación, publicada en este medio, puede resultar un tanto fatigoso para quienes han seguido las intervenciones de Sergio Silva en los últimos meses. La reiteración del mismo argumentario resulta tan insistente que, en ocasiones, da la sensación de que el consejero es una persona más acostumbrada a los monólogos que a los diálogos. Habida cuenta de que he sido citado con nombre y apellido en este artículo, y aunque no deseo debatir, me veo en la obligación de responder.

Se empecina el máximo responsable de la educación de esta Comunidad en airear los salarios brutos de sus docentes, comparándolos con los de otros territorios. Afirma que ganan más que la media estatal, lo cual es cierto, pero sólo a medias. Con un poco más de rigor intelectual, debería aclarar que esto ocurre en los primeros años de la profesión, y que a medida que se adquiere antigüedad el panorama cambia. Un ejemplo: un docente de instituto, al final de su vida profesional en 2023, cobraba en Cantabria 102 euros mensuales menos que la media estatal, y 1.248 euros menos que en el territorio donde más se cobra. Con treinta y cinco años de servicio, el profesorado de Navarra, Canarias, País Vasco, Murcia, Cataluña, Madrid, Baleares, Asturias, Ceuta y Melilla disfruta de mejores retribuciones que el de Cantabria. 

El relato del consejero extiende una sombra de sospecha sobre la honestidad de las demandas salariales, preguntándose acerca de por qué no se hacían estas reivindicaciones cuando gobernaban los que ahora están en la oposición. No parece que estuviese muy atento a las publicaciones del STEC; le recomiendo que acuda a la hemeroteca. En todo caso, sí es cierto que en cursos anteriores el tema salarial, aun estando presente, no fue tan prioritario como restaurar la maltrecha enseñanza pública, con la que se había ensañado otro consejero de su mismo partido. A partir de 2015, y después de una legislatura durísima, llegaron años en los que fue fundamental revertir recortes como la flexibilización al alza de las ratios (grupos de Infantil y Primaria a 30, y de la ESO a 36), recuperar la presencia a tiempo completo de las maestras en 170 aulas de primer ciclo de Infantil (se había reducido a sólo un tercio de la jornada), volver a cubrir semanalmente las sustituciones – en lugar de hacerlo cada quince días – o reducir de 21 a 18 horas la jornada lectiva en Secundaria. Olvida Silva que también hubo que gestionar una pandemia y, después, durante dos cursos, lidiar con unos procesos de estabilización en el que se jugaban su puesto de trabajo cientos de compañeros y compañeras del colectivo interino. Y mientras tanto, también hubo huelgas (tres jornadas en 2018 y una en 2020) y manifestaciones contra consejeros del PSOE y PRC, que eran jaleadas por el partido que entonces era leal oposición y que ahora gobierna en Cantabria.

No deja de ser llamativa la apelación del consejero a la falta de dinero para afrontar las demandas salariales. En octubre de 2003, otros responsables políticos de la educación cántabra fueron capaces de acordar con la Junta de Personal una subida general y lineal de 160 euros, a la que en 2008 se añadió otra de 170 euros más. No es fácil de explicar que hace dos décadas sí se pudiese incrementar en 330 euros los salarios docentes y ahora, inflación mediante, no pueda hacerlo un Gobierno que rechaza la condonación de una parte de la deuda con el FLA o que acaba de rebajar los impuestos autonómicos a las rentas altas.  

Por último, me duele en lo personal – y rechazo, como no puede ser de otra manera – las afirmaciones del consejero en las que me reprocha haberle amenazado. Quienes me conocen saben que ese no es mi estilo. Cuando estuve en activo como liberado del STEC, a nadie traté como a un enemigo; mucho menos ahora, que estoy alejado del ruido y la furia que rodea la actividad sindical diaria. Lamento que el consejero considere como amenazas cualquier afirmación crítica que no sea una adhesión inquebrantable a su política; pero lamento bastante más que establezca un vínculo con la movilización que el pasado 3 de abril sacó a miles de enseñantes a la calle.  Los docentes, como cualquier grupo de personas trabajadoras, no hacen huelgas manipulados por oscuros intereses políticos ni por peligrosos cabecillas sindicales. Las ruedas de la historia no se mueven por la voluntad de una sola persona, sino por la acción colectiva y consciente de miles de ellas. Sinceramente, nada me alegraría más que, en lugar de buscar culpables, en la Consejería de Educación comprendiesen los problemas, esperanzas y anhelos que agitan estos días el corazón de una profesión tan maravillosa como es la de educar.

 

Jesús Aguayo Díaz, maestro jubilado y miembro del STEC.

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